Podría haber escrito esto en noviembre de 2018. Podría haberlo escrito al salir aquel día del Valmiñor. Podría haber escrito las palabras que le corresponden a la emoción, la tensión y los nervios de la persona que sale de un sueño, uno que ni alcancé a tener porque no acostumbro a soñar tan lejos ni tan grande. Ni cuando tenía 18 y ponía copas mientras cursaba mi carrera, ni cuando tenía 23 y los focos no me dejaban ver mi camino, ni entonces ni ahora con 40 años. Prefiero latir en este preciso instante y respirar.
Hoy, 28 de febrero, he tenido que frotarme los ojos, coger un pañuelo, y volverme a emocionar. ¿Cómo no hacerlo? Cada día mi vida es mas mía y menos de mis expectativas. Cada día soy más dueña y señora de mi devenir, del lugar hacia el que quiero ir y cómo quiero llegar. Menos servil al tópico del ensueño, a las fauces del falso éxito, volviendo sobre mis propios pasos, tratando de guardar el equilibrio aunque casi resulte imposible, por lo menos sin dejar que el vértigo y la necesidad de rédito me roben el disfrutar y ser feliz con quién soy.
Y así me veo, de nuevo en la mesa de reanimación. Con el mismo disco que el último abril, dando bocanadas para respirar.
En 2015 una foto de un niño muerto en una playa fue por desgracia lo que me hizo estallar de rabia, de ira, para auto-cuestionarme, para sacarme las tripas encima de la mesa de operaciones. Escribí “Dónde Estabas Tú” y me cambió la vida. Dejé de ser quién era, dejé de lado mi amor y mi empatía por el mundo y el ser humano, dejé de tratar de entender las razones de unos y otros, porque en mi corazón no encontré absolutamente nada que justifique tanto dolor y el magno despropósito en el que nos hemos convertido como especie. Tanto me cambió todo, que poco a poco fuí restando de mi vida todo aquello que me hacía y me hace infeliz, porque me considero una afortunada en la obligación de corresponder a mi suerte. Lo hice sin prisas, cuando pude. Me cambié la chaqueta política, la social, la de artista, la de mujer y la de trabajadora. Tiré todas a la basura y me puse una propia. Y lo hice sin titubear, no me ha temblado el pulso ni un segundo. Hay cambios en la vida que hay que hacerlos por necesidad vital, no por “tolerar” o empatizar. Si tengo que seguir este camino, si tengo que salir airosa de este valle de rosas y espinas, lo haré cargando con mi propia cruz. Feliz. Hoy me levanté con el mismo boletín de noticias musicales de siempre y me encontré como primera noticia del día mi estreno. Me levanté sin sentir el miedo de costumbre por haber dado un lanzamiento a gente que no me gusta sólo por rédito. Me he respetado un poco más por dejarme a mi misma estar en un lugar que respeto profundamente. Estou chea de coherencia, manque palme por el camino. Perdonad la mixtura, soy mestiza. Este es mi particular castrapo, el de una andaluza con el norte puesto en Galicia y los pies en el sur, por ahora.
Aquel email que le escribí a Iván, Ferreiro, para pedirle esta mixtura, entre otras muchas cosas relataba un momento agónico de mi vida. Hace un par de años desperté tras un colapso multifuncional en una camilla de un campamento médico del Portamérica, sin poder moverme, con una parálisis de cuerpo total, sin poder hablar ni ver, consciente de no poder hacerlo sin entender porqué. Sólo podía escuchar. Y escuché la voz de Iván cantando “…¡lucha por un movimiento!…” a lo lejos. De inmediato la voz de mi marido diciendo “tranquila todo va a salir bien”. De aquel día sólo recuerdo llorar inmóvil. Sí, era capaz de llorar. Y eso hice, luchar por un movimiento. Ya recuperada seguí moviendo muchas otras cosas en mi vida que estaban estancadas. No ha sido fácil. De aquello me quedo con su voz a lo lejos, él no escribió aquella canción, no hacía falta para clavarse en mi pecho.
Nadie pensó que Dónde Estabas Tú sería un single de La Reina Pez. Yo misma plegué mi cabeza a otras metas vacuas que gracias a Dios comprendí y me reconocí que no me hacían feliz. Sólo sé, que si yo quería que la gente entendiera mi canción, removiese sus tripas y le hiciese pensar, no había mejor artista que Iván para clavaros en el pecho el mensaje. Encima lo hizo tan bonito, tan suyo, que hizo feliz a esta que escribe, una que sigue día a día disfrutándole, desde el Manual para los fieles hasta CASA. Porque eso es lo que para mi ha hecho Iván después de todo y con todo: traerme de vuelta a casa. Una en la que puedo ser yo misma. Esa que en los últimos coletazos de sus 39, por pura emoción y disfrute olvidó la necesidad de maquillarse (en todos los sentidos, el literal también), ni maquillar algo tan puro y honesto. Doy por terminado mi RCP, he sobrevivido. Cada vez que lo haga me coronaré reina, reina de mi propia vida, reina del río arriba. La Reina Pez.